Pero la medicina moderna se muestra, en general, poco propensa a dar credibilidad a la cristaloterapia y, por tanto, al empleo de los cristales, puesto que sostiene que tiene un escaso beneficio si simplemente se colocan sobre el cuerpo. Esta actitud es natural, ya que esta terapia no tiene un respaldo científico. Sin embargo, es un hecho que hasta hace alguno siglos se utilizó con gran fe por parte de los terapeutas (¿prefieren llamarles sanadores?) de todo el mundo. Y si funcionaba en otros tiempos, ¿Por qué no aprovecharse de sus efectos beneficiosos también en la actualidad? Es preciso matizar que la cristaloterapia no es eficaz para algunas enfermedades o para problemas muy graves, y resulta imprescindible dirigir al paciente a un médico tradicional o a la farmacología: es cierto que no es la panacea para todos los males. Ni lo es ni quiere serlo. Pero es indudable que, así como las plantas, las flores, los aromas, los colores y la música, también las piedras y cristales constituyen una auténtica y propia fuente regenerativa, al estar relacionados con toda la energia presente en la Madre Tierra (como la llaman diversas poblaciones del norte y del sur de América) y en el Cosmos: es un hecho indiscutible. ¿Por qué, si no, tantas personas recurren a las terapias naturales – de las que la crsitalopterapia forma parte – si no encontrasen en ellas un auténtico beneficio? En muchos países orientales se utiliza todavía el poder de los cristales con óptimos resultados. Incluso poblaciones especialmente vinculadas a la tecnología como, por ejemplo, la japonesa, utilizan las piedras no solo para incrementar la belleza de sus jardines y moradas, sino también para fomentar el potencial meditativo, la concentración y el equilibrio.
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