LOS CRISTALES DE DONDE PROCEDEN 2ª PARTE
Además de los antiguos egipcios, algunos pueblos originarios de Norteamérica han hecho un uso continuo y metódico de piedras y cristales con distinta finalidad: cheyenes, sioux, apaches, y navajos, sólo por citar algunos entre los más importantes. Sus chamanes u hombres de medicina, como se les conoce todavía, empleaban distintas piedras como el ámbar, la turquesa, o la obsidiana con fines terapéuticos o con fines puramente ornamentales en las fiestas religiosas, o bien como protección durante la caza o contra el enemigo.
De hecho, los adornos más comunes entre los nativos americanos están realizados con turquesa, considerada la piedra mas potente, la más sagrada, capaz de guiar a la persona hacia la realidad más alta y, por tanto, al Gran Espíritu.
El estudioso mas antiguo que ha profundizado sobre este asunto y la cristaloterapia en general ha sido el filósofo griego Teofrasto, que vivió alrededor del año 400 a.C. En su libro sobre las piedras, aparte de corroborar el valor terapéutico de los cristales, explica la posibilidad de distinguir con certeza el “sexo” de las piedras –es decir, si son masculinas o femeninas- según la tonalidad del color: se trata de un elemento distintivo muy importante cuando se usan los cristales con fines curativos, ya que la elección de una de las dos posibilidades influye de forma notable sobre dos aspectos esenciales del ser humano: YIN (femenino) y YANG (masculino). Muchos siglos después, casi a finales del siglo XIX, John Hill, el traductor inglés de toda la obra de Teofrasto, formuló la hipótesis de que el poder terapéutico de las piedras se debía en concreto a los minerales metálicos que contuvieran. Científica e históricamente no se puede saber si las civilizaciones antiguas eran realmente conscientes de las relaciones entre los cristales y el ser humano en un sentido holístico, pero es cierto que las propiedades místicas de las piedras preciosas y de los cristales fueron durante mucho tiempo asociadas con sus respectivos colores y con los de los chakras correspondientes.
Pero, sobre todo, lo que queda claro es que las poblaciones de la antigüedad sabían perfectamente qué tipo de piedra debían utilizar para curar una enfermedad determinada. ¡Y raramente se equivocaban¡ Es cierto que la medicina moderna muestra serias dudas frente a este tipo de terapia considerada no científica, pero no es menos cierto que chamanes, hombres de medicina y habitantes de todos los países del mundo la han utilizado –y todavía lo hacen- como método para curar a las personas. Y con óptimos resultados. Piedras y cristales representan, por lo tanto, el instrumento que el sanador utiliza para transmitir la energia de la Tierra y del Universo al ser humano, energia que se asocia obviamente a la intrínseca de la piedra. Las piedras se clasifican según sus propiedades minerales, sus vetas y sus colores. Todo ello hace de la cristaloterápia un método que consigue eficaces resultados y que centra a la persona en ella misma, de forma que pueda activarse el mecanismo – a menudo inconsciente – de la autocuración. Cómo ya se ha dicho, no se debe esperar que la piedra sea la panacea para todos los males pero, desde luego, constituye un instrumento útil para ayudar a prevenir o curar una serie de problemas y, sobre todo, para reencontrar el equilibrio en la persona, de forma que está salga de una sesión de cristaloterapia mucho mas relajada y consciente de su propio yo.
Fuente Libro “Cristaloterapia” (Massimo Paltrinieri)
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