Para empezar, conviene aclarar que todos los cristales utilizados no sólo con fin ornamental si no con fines terapéuticos, forman parte de la familia de las gemas y de las gemas preciosas que, a su vez, están integradas en la gran categoría de los minerales. Se trata de piedras generalmente distinguidas por un aspecto muy concreto: muy relucientes, con un intenso color o transparentes. Incluso la perla, el coral, el ámbar, el marfil y la madreperla están consideradas gemas a todos los efectos, aunque sean minerales auténticos, pero son el resultado de una serie de procesos naturales, mientras que el coral es una sustancia de procedencia orgánica, fruto del trabajo minucioso de minúsculos seres marinos. Tampoco en este caso vamos a profundizar en el tema, envuelto en la fuerte polémica que en los últimos años se ha suscitado sobre la búsqueda y recogida de estas maravillosas estructuras orgánicas que en la actualidad se encuentran en peligro de extinción.
A lo largo de los distintos periódicos históricos y en diversas civilizaciones se han podido observar distintas frases de búsqueda y elaboración de los minerales que se manifiestan en la preferencia por ciertos tipos de gemas. Estas predilecciones –que por supuesto están muy relacionadas con la representación comercial- se basan en diferentes factores, como la belleza, la dureza, la rareza, y la moda de la época. La única relación con la cristaloterápia de estos cuatro elementos es lo que se refiere al precio de adquisición y a su disponibilidad en el mercado.
El diamante o el jade son, por ejemplo, gemas que cumplen con todos los requisitos estéticos y de cualquier tipo. Otras gemas, sin embargo, solamente cumplen algunos requisitos, como, por ejemplo, la turquesa, desde luego una piedra bella y atractiva pero que no es especialmente rara –a pesar de que en estos últimos años parece que algunos de los yacimientos más importantes, sobre todo en los Estados Unidos, se están arruinando a causa de la fuerte explotación a las que se les ha sometido, siempre con fines ornamentales- y tampoco se caracteriza por su gran dureza.
Todos esto requisitos tienen cierta importancia si se consideran desde el punto de vista estético, pero no tienen tanta (excepto el precio de adquisición) cuando se destinan a un uso terapéutico.
Fuente Libro “Cristaloterapia” (Massimo Paltrinieri)
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