Las gemas de alta calidad y totalmente transparentes son muy escasas (además de que alcanzan un precio prohibitivo), por lo que habitualmente presentan incrustaciones de otros minerales como el rutilo, la espinela, el carbono, la actinolita y muchos más. Incidiendo en el ámbito del aspecto estético, elementos como la refracción, la dispersión, la difracción, y la reflexión son efectos ópticos que determinan la belleza exterior de piedras y cristales. Tanto es así que distintos colores o longitudes de onda de luz se refractan de forma diferente cuando pasan por una gema determinada. Cuando la luz blanca –es decir, el conjunto de todas las longitudes de onda visibles al ojo humano- incide sobre algunos tipos de gemas, los colores que las constituyen se dispersan o se difunden y son reflejados por la propia gema en lo que se llama comúnmente “haces de color separados”. Este fenómeno se puede apreciar claramente, por ejemplo, en una de las piedras más famosas, el diamante: éste genera una excelente dispersión de la luz, donde se evidencia la capacidad de la piedra para difundir la propia luminosidad. A su vez, los colores se separan gracias a otro fenómeno luminoso, la difracción, un efecto óptico que depende directamente de la disposición interna de los átomos que constituyen la gema. El ópalo es una de las piedras en las que mejor se aprecia el efecto de la difracción de luz.
La simple reflexión de la luz, consecuencia de defectos internos y de incrustaciones de otros minerales, puede producir efectos muy bellos y característicos en las gemas. Los zafiros y los rubíes estrellados, por ejemplo, contienen miles de inclusiones, llamadas cristalográficas. La luz intensa de estas tres series de pequeñas agujas de lugar a lo que se conoce con el nombre de asterismo, un reflejo brillante, generalmente de seis rayos, muy similar a una estrella. Si las incrustaciones de las agujas se producen siguiendo una única dirección, como ocurre con otras piedras importantes como el crisoberilo, el reflejo queda constituido por un único rayo que reduce el efecto de un ojo de gato. El mismo efecto se aprecia en otras piedras muy conocidas, tales como el ojo de tigre o el ojo de halcón.
Fuente Libro “Cristaloterapia” (Massimo Paltrinieri)
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