La simple reflexión de la luz, consecuencia de defectos internos y de incrustaciones de otros minerales, puedes producir efectos muy bellos y característicos en las gemas. Los zafiros y los rubíes estrellados, por ejemplo, contienen miles de inclusiones en forma de aguja que se orientan uniformemente en tres direcciones, llamadas cristalográficas. La luz intensa de estas tres series de pequeñas agujas da lugar a lo que se conoce con el nombre deasterismo,un reflejo brillante, generalmente de seis rayos, muy similar a una estrella. Si las incrustaciones de las agujas se producen siguiendo una única dirección, como ocurre con otras piedras importantes como el crisoberilo, el reflejo queda constituido por un único rayo que produce el efecto de un ojo de gato. El mismo efecto se aprecia en otras piedras muy conocidas, tales como el ojo de tigre o el ojo de halcón.
Un asunto relativamente importante referente a la cristaloterapia pero que no tiene mucho interés cuando se valora una piedra por sus características puramente ornamentales, en su capacidad de perdurar en el tiempo. La durabilidad de una gema depende de diversos factores, como la resistencia – la capacidad de no romperse, de no astillarse o de no fracturarse de ninguna otra manera- y la dureza, es decir, la resistencia ante eventuales incisiones y a la abrasión en general. El jade, por ejemplo, es muy resistente, aunque de dureza moderada; por el contrario, el diamante es un cristal duro pero de resistencia limitada. Estas cuestiones tienen cierta relevancia para la cristaloterapia: no se debe olvidar que la mala conservación de las piedras –por ejemplo, el contacto con los materiales duros de los que está fabricado el contenedor utilizado para recogerlos- podría producir una cierta abrasión y, en consecuencia, una disminución de las dimensiones de la piedra. Es por lo tanto muy importante conservarlas y manejarlas con cuidado, evitando que se nos caigan al suelo.
También la rareza de una piedra preciosa puede ser determinante por lo que se refiere al aspecto ornamental y depende de distintos factores. Algunos minerales como, por ejemplo la alejandrita, no se encuentran en grandes cantidades mientras que otros, como el ópalo, son más comunes, aunque sólo un pequeño número tiene las cualidades para ser utilizado como gema. Bien distinto es el discurso cuando estas piedras se utilizan con fines terapéuticos, aunque la pureza de una piedra es un elemento que no se puede infravalorar, puesto que afecta al grado eficacia que una determinada piedra pueda producir en una persona que se somete a una sesión de cristaloterapia.
Antes de concluir este breve capítulo de recapitulación, es necesario incidir sobre algunos aspectos importantes relativos a la búsqueda de una gema. La moda del momento es un elemento determinante en la disponibilidad de las piedras en el mercado, sea con fines ornamentales o terapéuticos: en otras palabras, la explotación de los ya cimientos depende en mayor medida de los cánones que marque la moda del momento que de las exigencias que pueda tener el mercado con fines terapéuticos. Una observación para quien quiera dedicarse a la cristaloterapia, hay piedras más difíciles de encontrar que otras, pero es bueno acercarse siempre a puntos de venta que dispongan de piedras para fines terapéuticos y no sólo ornamentales. De hecho en general, siempre están de moda, mientras que otras piedras como el ópalo, la amatista, el ámbar, el peridoto olivino, la turquesa, el zircón o el cuarzo citrino quizás tengan un menos número de seguidores pero son piedras indispensables desde el punto de vista terapéutico. Además conviene aclarar que, algunas veces, un cristal prácticamente imposible de hallar tiene un sustituto más común que se puede utilizar en su lugar, pues conserva las mismas propiedades curativas. Con fines ornamentales existen también las denominadas piedras sintéticas, fruto de trabajos más o menos industriales (como, por ejemplo, el diamante) o de interacciones con organismos vivos, como las perlas cultivadas. Aunque estas piedras son bien aceptadas en términos exclusivamente estéticos, no lo son tanto en el ámbito curativo, puesto que la acción de estos auténticos productos tecnológicos sobre el ser humano puede resultar mucho menos eficaz, incluso inútil en algunos casos. Por este motivo, resulta de gran importancia asegurarse de que la piedra o el cristal sean naturales, es decir, procedentes de auténticos yacimientos minerales. Obviamente, aquí entran en juego dos factores determinantes: por un lado, la experiencia del terapeuta para distinguir y “sentir” la piedra que quiere adquirir, por otro, la profesionalidad del vendedor.
Fuente Libro “Cristaloterapia” (Massimo Paltrinieri)
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